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ECONOMÍA

Cómo agravar una crisis

La economía española está atravesando una etapa de intensa desaceleración. El paro se dispara, el crecimiento se hunde, los beneficios de las empresas desaparecen, y el mayor activo patrimonial de las familias: la vivienda, empieza a devaluarse.

La economía española está atravesando una etapa de intensa desaceleración. El paro se dispara, el crecimiento se hunde, los beneficios de las empresas desaparecen, y el mayor activo patrimonial de las familias: la vivienda, empieza a devaluarse.
Este complicado contexto constituye el caldo de cultivo ideal para que los políticos comiencen a aplicar disparatadas medidas de "estímulo económico" que al final sólo emponzoñan más la situación, agravando y prolongando el necesario e inevitable período de catarsis.
 
La última ha sido dilapidar el superávit presupuestario en absurdos proyectos sociales y en obras públicas varias. La noticia, lejos de suscitar decepción y angustia, ha sido considerada adecuada y conveniente para acelerar la recuperación.
 
El problema es que, como ya expliqué, tirar del gasto público no es la solución para ninguno de los problemas de la economía. Si durante años la sociedad española ha estado concentrándose en producir vivienda, pagando las importaciones (especialmente el petróleo) con cargo a la deuda, parece claro que, ahora que nos han cerrado el grifo, la única manera para superar el bache consiste en reorientar nuestra estructura productiva para financiar nuestras importaciones con nuestras exportaciones.
 
Dicho de otra manera, o bien reducimos nuestras importaciones o bien dejamos de producir viviendas y empezamos fabricar los bienes que demandan nuestros acreedores internacionales (como China o Alemania). El problema del primer camino es que nuestra dependencia del petróleo es difícilmente corregible a medio plazo; de modo que sólo nos queda la segunda opción.
 
Cuanto menos produzcamos para nosotros y más vendamos al extranjero (modelo chino), más rápido amortizaremos la deuda pasada y podremos volver a centrarnos en satisfacer nuestras necesidades. Es un ajuste doloroso que necesariamente implicará una fuerte caída en nuestros niveles de vida, pero no puede evitarse de ningún modo.
 
Por poner una analogía comprensible: si yo pido un crédito al consumo de 100.000 euros pagaderos en diez años (10.000 anuales, si nos olvidamos de los intereses) y mi única fuente de renta es un salario de 2.000 euros al mes, tendré que ahorrar 10.000 euros de 24.000 para devolver el préstamo. Lo que significa que sólo tendré 14.000 al año para mi disfrute personal. Sin duda, cuando dilapidé los 100.000 euros en consumir sin freno disfruté mucho, pero ahora me tocará apretarme seriamente el cinturón durante los próximos diez años para sufragar ese exceso.
 
Por supuesto, siempre tengo la opción de reducir aún más mi consumo (a 4.000 euros anuales, por ejemplo), de modo que amortice 20.000 cada año de mi crédito al consumo. Así, en cinco años devolvería el préstamo. Otra opción sería buscar un segundo o incluso un tercer empleo para hacerme con una renta anual de 50.000 euros. En este caso, gastando 10.000 al año en mis cosas podría amortizar el crédito en dos años y medio.
 
Zapatero.La receta, por consiguiente, es clara: menos consumo y más trabajo para amortizar las deudas. Los españoles tampoco tienen demasiadas alternativas: les toca pagar la factura del petróleo desde el año 2000 hasta la actualidad, y ello significa menos consumo y, si fuera necesario, más trabajo por salarios más bajos.
 
Pero ¿qué está haciendo el Gobierno para combatir la crisis? Simplemente, olvidarse de todo lo anterior. ¿Que estamos endeudados hasta las cejas? No pasa nada: yo, el Estado, me endeudo todavía más. ¿Que debemos ahorrar y restringir el consumo? No pasa nada: yo, el Estado, voy a gastar mucho más. ¿Que hemos de dejar de basar en el ladrillo el modelo productivo? No pasa nada: yo, el Estado, me voy a hartar de construir carreteras y viviendas de protección oficial. Puro keynesianismo suicida.
 
El Estado debería, por el contrario, reducir el gasto público y los impuestos para facilitar la amortización de la deuda y la reestructuración productiva. Pero la rebaja impositiva en ningún caso debe financiarse (como ha sucedido con los famosos 400 euros) con cargo al déficit público, ya que ello sólo incrementa la cantidad de deuda pendiente de amortizar.
 
Es cierto que en la magnitud y en el estallido de la crisis el PSOE no ha tenido demasiada responsabilidad, o al menos no mayor que el PP (en cuya segunda legislatura aparecieron la burbuja inmobiliaria y la expansión del déficit corriente) y otros gobiernos del mundo: la causa última de la crisis se encuentra en la política monetaria que han seguido los bancos centrales durante los últimos años.
 
No obstante, no es menos cierto que el Gobierno sí tiene buena parte de la responsabilidad en el rumbo catastrófico que puede tomar la crisis durante los próximos meses. El déficit público no ayudará a la recuperación, sino que le dará la estocada definitiva.
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