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SINDICATOS

Cinco reflexiones sobre el 1º de Mayo

Acaban de volver a hacerlo; acaban de volver a desfilar, en muy reducidos números, por céntricas calles de las principales ciudades del país, vociferando eslóganes desfasadísimos o directamente ajenos al mundo del trabajo, erigiéndose en portavoces de una clase, la trabajadora, que no hace sino darles la espalda pero que tiene la desgracia de padecerlos y depender de ellos por mor de la infausta negociación colectiva.

Acaban de volver a hacerlo; acaban de volver a desfilar, en muy reducidos números, por céntricas calles de las principales ciudades del país, vociferando eslóganes desfasadísimos o directamente ajenos al mundo del trabajo, erigiéndose en portavoces de una clase, la trabajadora, que no hace sino darles la espalda pero que tiene la desgracia de padecerlos y depender de ellos por mor de la infausta negociación colectiva.
Aquí les dejo las reflexiones que me suscitó el pasado Primero de Mayo.

1. Nunca he podido aceptar que existan unos derechos de los trabajadores distintos a los derechos de los ciudadanos y a aquellos que libre y autónomamente pacten en sus contratos de trabajo. Todo lo demás son privilegios mediante los cuales unos grupos organizados (sindicatos) explotan a otros grupos desorganizados (trabajadores no sindicados, empresarios no afines al poder y accionistas de empresas) gracias a la coacción estatal.

2. La retórica de la lucha de clases, del trabajo contra el capital, no es que esté caduca y desfasada: es que jamás tuvo un gramo de verdad. Los trabajadores sólo pueden enriquecerse y mejorar su calidad de vida convirtiéndose en capitalistas o siendo beneficiarios de un aumento de sueldo –como consecuencia de un incremento en sus niveles de productividad–. En ambos casos precisarán de más capital. En ambos casos se encontrarán enfrente a una izquierda retrógrada y reaccionaria que exhibe altiva en las calles su poca vergüenza. El líder de IU, Cayo Lara, ha expresado muy bien los deseos de buena parte de las izquierdas: "La solución viene por meter el diente al beneficio y al capital y a eso no se atreven porque parecen intocables".

3. Las únicas reivindicaciones legítimas del Día del Trabajo serían aquellas que exigieran al Gobierno que no impida a los individuos trabajar o convertirse en capitalistas. Se trata de una petición bastante razonable, ¿no creen?, sobre todo en un país como el nuestro, con casi cinco millones de parados y un misérrimo sistema de pensiones en quiebra. Pero no: el pasado 1 de Mayo no se abogó por abolir la negociación colectiva, ni por abaratar el despido, ni por flexibilizar la negociación y renegociación de los salarios, ni por reducir las cotizaciones a la Seguridad Social, ni por reducir la tributación de las plusvalías, ni por ir transitando hacia un sistema de pensiones de capitalización; al contrario: los sindicatos se centraron en defender a un presunto prevaricador, en alabar la exitosa política laboral del Gobierno y en pedir a los trabajadores que no llegan a fin de mes que consuman como posesos.

4. Con la que está cayendo, esa cerrilidad que muestran Gobierno y sindicatos, entente socialista que en cosa de cuatro años ha llevado el país al borde de la suspensión de pagos –con el voto favorable del Partido Popular–, no es lo mejor que podemos exhibir en el exterior. Con un paro del 20%, un déficit del 11% del PIB en 2009 –y creciente en 2010– y un sistema bancario descompuesto, no puede causar sino temor que estos irresponsables –ignorantes y ruines a partes iguales– estén al mando. El socialista Papandreu terminó de cargarse Grecia con la inestimable colaboración de una clase sindical que bloqueaba a golpe de insurrección cualquier alternativa al desastre. Sin embargo ahora, los estómagos agradecidos de Toxo y Méndez –que cobran de los impuestos de los trabajadores a los que ellos mismos impiden trabajar– critican a Merkel por dudar a la hora de financiar el sarao socialista griego. La mala de la película, la codiciosa e insolidaria, es quien no quiere esquilmar a sus ciudadanos para pagar las bacanales griegas: que las paguen –dice, con toda la razón– los que se las corrieron. No tardaremos en ver reproducido ese esquema para España.

5. El mismo ministro de Trabajo que se muestra incapaz de dar una sola respuesta a los cinco millones de parados –salvo filtrar un escuálido y manipulado dato del INEM–, ni sobre una Seguridad Social pública tan ineficiente que ya no puede ni pagar las bajas pensiones que prometía, se indigna de que le den consejos "quienes pactan pensiones millonarias". Será que él no tiene asegurada una pensión millonaria una vez deje la política, en pago por su impecable hoja de servicios; será que no ha alcanzado el poder que le va a procurar ese chollazo por su defensa del discurso socialista que nos ha llevado a la bancarrota; será que la escenografía izquierdista no le ha servido para amasar una fortuna a costa de unos ciudadanos a los que ha negado la posibilidad de construirse un patrimonio amplio y obtener unas rentas crecientes. Por no dejar, hoy, ni les deja trabajar.


©  El Cato
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