Menú
CURIOSIDADES DE LA CIENCIA

Células madre

Los grandes avances de la biomedicina siempre han ido de la mano de grandes polémicas bioéticas. El caso de las células madre no iba a ser menos.

Mientras que una amplia mayoría de la comunidad científica, incluida una larga lista de premios Nobel, se muestra partidaria de investigar con las obtenidas de embriones precoces humanos, un sector de la sociedad, incluidos algunos investigadores, presionan para impedir que este tipo de ensayos se lleven a cabo. Éstos últimos plantan como alternativa la utilización de células madre obtenidas de adultos. ¿Pero qué son las células madre?

También conocidas como stem cells, las células madre han sido objeto de investigación desde hace dos décadas y han sido de gran ayuda para comprender la hematopoyesis, o sea, la formación de las diferentes células presentes en la sangre, y profundizar en el desarrollo embrionario del ratón. Sin embargo, estos entes celulares se han convertido, fruto de estas investigaciones, en auténticas estrellas de la biomedicina moderna. No se trata de una exageración: la cura de enfermedades como la diabetes, el Parkinson, el infarto, la paraplejía, la demencia senil e incluso el cáncer podría radicar en estas polémicas células. Incluso las mentes más osadas vaticinan que las stem cells servirán en un futuro próximo para crear bancos de órganos en los que crecerán riñones, corazones, hígados y otras partes del cuerpo destinadas a trasplantes.

Su protagonismo actual está ligado, sin duda alguna, a dos importantes experimentos científicos: la clonación de la oveja Dolly por parte de Ian Wilmut, en 1997, y el aislamiento por parte del biólogo James Thomson de las primeras células madre del interior de un blastocisto, o sea, de un embrión con apenas unas semanas de vida. Las stem cells presentan una cualidad inexistente en el resto de las células corporales: tienen la capacidad de renovarse y de convertirse en cualquiera de las 220 variedades celulares que integran nuestro organismo o, al menos, en una o varias. Desde hace unas décadas, los científicos saben que estas células transformistas abundan en la médula ósea, es decir, el tejido ubicado en el interior de los huesos que se encarga de fabricar las ya mencionadas células sanguíneas. De hecho, los oncólogos aíslan de forma rutinaria células madre hematopoyéticas para el tratamiento de los cánceres de sangre, como las leucemias y los linfomas. Pero las stem cells no sólo se hallan en la médula de nuestra osamenta. Así es, están presentes en numerosos tejidos de los adultos y juegan un papel importante en la reparación y el mantenimiento de las estructuras tisulares. Por ejemplo, las llamadas stem cells espermatogoniales son unipotentes y producen exclusivamente un tipo de células diferenciadas, los espermatozoides. Mientras tanto, las stem cells hematopoyéticas son multipotenciales y producen los glóbulos rojos y los diferentes tipos de glóbulos blancos, que no son pocos. Las stem cells pluripotenciales, sin embargo, pueden en teoría diferenciarse en cualquier célula corporal, desde en una neurona hasta en un hepatocito, la célula del hígado. Pues bien, en los mamíferos, los científicos han logrado aislar células pluripotenciales de tres fuentes distintas: células embrionales del carcinoma (EC), las stem cells presentes en los tumores testiculares; las células madre embrionarias (ES), presentes en los embriones muy jóvenes; y las células embrionarias germinales, que derivan de las denominadas células germinales primordiales e los embriones implantados en el útero.

De este trío pluripotencial, las ES son las que interesan a los científicos para su posible aplicación en nuevas y revolucionarias terapias: si las extraídas de los humanos se comportan igual que las de ratón, las ES podrían ser empleadas para combatir un amplio abanico de dolencias humanas, sobre todo aquellas en las que células específicas pierden su capacidad funcional o mueren: las neuronas dopaminérgicas en los parkinsonianos; los cardiomiocitos en los infartados y las células de los islotes de Langerhans en los diabéticos. Y es en este punto donde los intereses puramente científicos entran en conflicto con los dilemas bioéticos y religiosos que plantea el empleo de material embrionario en investigación. Éste puede tener tres procedencias: los embriones sobrantes de la reproducción asistida (opción que está a punto de ser autorizada en el Reino Unido), los blastocistos engendrados ex profeso como fuente de stem cells, cosa que hizo por primera vez en julio de 2001 un equipo de científicos del Instituto Jones de Medicina Reproductiva, en Virginia; y los embriones procedentes de técnicas de clonación. En esta última opción, aún en fase precoz, el embrión clónico se puede fabricar a partir de una célula extraída de un individuo adulto con un óvulo al que se le ha retirado el núcleo.

¿Pero es realmente necesario recurrir a las stem cells embrionarias? ¿No servirían del mismo modo las obtenidas de adultos? Son éstas y otras las preguntas del millón. La ventaja, en principio, de las ES está en su don para diferenciarse en la estirpe celular que se desee obtener: neuronas y glía para tratar enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson y el Alzheimer; células musculares para combatir la distrofia muscular y las dolencias cardíacas, células hematopoyéticas para luchar contra las leucemias y el sida... Aparte de las actuales limitaciones técnicas para transformar una stem cell en la célula terapéutica, existe el problema ético: el embrión. Independiente de su origen, un joven embrión humano es lo que es. ¿Pero qué es? Para unos, un embrión con menos de 14 días no es más que un amasijo celular de células sin oficio ni beneficio; para otros, es una vida que hay que proteger, incluso cuando su destrucción sirva para obtener las células madre que en potencia pueden salvar millones de vidas. Son posturas condenadas al desencuentro. Hoy por hoy, parece que la balanza cae del lado de quienes apuestan por la defensa del embrión humano. Una postura peligrosa que puede llenar de lentitud, sino paralizar, las investigaciones en esta dirección.

Quedan pues las stem cells de adulto, cuya capacidad transformista es limitada. Ésta es la principal diferencia que existe entre las ES embrionarias y las stem cells multipotenciales que viven en los tejidos adultos. No obstante, los científicos que trabajan con las stem cells de adulto se muestran optimistas: por ejemplo, Catherine Verfaillie, de la Universidad de Minnesota , ha confirmado recientemente en la revista Nature la potencialidad de las células progenitoras adultas para dar lugar a las tres germinales embrionarias básicas y, por tanto, a la mayoría de órganos y tejidos. ¿ Se refuerza así la posibilidad de regenerar lesiones sin tener que clonar embriones? Todavía es muy pronto para responder a esta cuestión. La ciencia tiene, como siempre, la última palabra. El genio ya ha salido de la botella y quienes quieren poner puertas al campo se esfuerzan inútilmente. Siempre ha sido así.


0
comentarios