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DRAGONES Y MAZMORRAS

Caciquismo cultural

Nada me sabe peor que no responder a las expectativas que pude crearles en mi anterior folletín al prometerles que les hablaría de los cursos del verano.

Una semana después sigo sin saber nada de nada al respecto, y no creo que sea por falta de material pero, sin duda, mis ocupaciones actuales me mantienen muy alejada de los centros de información académica y no he caído tan bajo como para alimentarme con lo que refleja la prensa diaria, pues supongo que ustedes esperan de mí información de primera mano o al menos de fuentes poco ortodoxas. Lamento confesar que no hay nada. Ninguno de mis confidentes habituales se marcha este año a la Magdalena, y aquellos que conozco que van al Escorial, lo harán en fechas más avanzadas de la canícula. En ellos confío para llenar mis mazmorras que se están quedando lastimeramente vacías de contenido cultural, momento que aprovecho para echar un vistazo a esas publicaciones para las que nunca tenemos tiempo cuando estamos en plena efervescencia. Me refiero a algunos libros, como es natural, que por su tema y grosor necesitan se examinados con detenimiento, y, cosa que requiere aún mayor tranquilidad, algunas revistas especializadas.

De los libros, tenía yo muchas ganas de meter el diente a Pasando página. Autores y editores en la España democrática de Sergio Vila-Sanjuán, en la editorial Destino. Este periodista cultural se ocupa en el periódico La Vanguardia de una sección semanal, titulada “Latidos de la industria cultural” en el que da un repaso a lo que ocurre en este trasmundo que yo también intento reflejar. Sólo que él es mucho más protocolario y políticamente correcto que una servidora. El libro me ha resultado un tantico decepcionante pues, por un lado, carece del rigor expositivo necesario para servir de documentación académicamente fiable a cualquier investigador en la materia y, por otro, como libro de cotilleo, carece de malicia y de chispa literaria. Las anécdotas que refiere son ultra conocidas y omite aquellas que podrían resultar poco adecuadas para la mentalidad dominante. Además el autor, sin desdeñar, todo hay que decirlo, a Madrid como centro de operaciones —que lo es mucho más de lo que se podría deducir de la lectura de este libro— se centra en demasía en lo que sucede en Barcelona. Sin embargo son muy interesantes todos los datos sobre las relaciones internacionales de la edición española que, en definitiva, sería la característica más relevante de la época elegida para el estudio.

En cuanto a las revistas especializadas, estoy pensando en los dos números de La República de las Letras, revista literaria de la Asociación Colegial de Escritores. Ambos son monográficos y tienen el prometedor título de Escritores contra la guerra. Para justificarlos, su director, Andrés Sorel escribe unos editoriales de los que sólo diré que responden a los tópicos más serviles de esa mentalidad dominante a la que me refería más arriba. En este concierto de beocios, sus opiniones (algunas de autores cuyos testimonios han sido descaradamente sacados de contexto) no tendrían mayor importancia si no fuera porque se supone que la citada revista está subvencionada con dinero procedente, directa o indirectamente, de aquellos a quienes denigra. O sea, un caso claro de caciquismo cultural.

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