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UN RECUENTO CRÍTICO

Burocracias internacionales

El FMI, el Banco Mundial, la ONU y su maraña de subsidiaras, como la FAO, la Cepal o la aparentemente angelical Unicef, han ocasionado cuantiosos daños a la humanidad y a la causa de la libertad en el mundo.

El FMI, el Banco Mundial, la ONU y su maraña de subsidiaras, como la FAO, la Cepal o la aparentemente angelical Unicef, han ocasionado cuantiosos daños a la humanidad y a la causa de la libertad en el mundo.
Bandera de la ONU,
Tengo en mi biblioteca un libro cuyo título ilustra en parte lo que expresaré en estas líneas: Organismos internacionales, expertos y otras plagas de este siglo, de Ángel Castro Cid (aunque no toca los temas que abordaré aquí). El Fondo Monetario Internacional se estableció a raíz de los acuerdos de Bretton Woods, al efecto de operar como un "banquero de banqueros centrales" (para financiar desequilibrios en las balanzas de pagos y mantener los tipos de cambio fijos). Ya de por sí, la banca central constituye un serio peligro: cualquiera sea su política monetaria, distorsionará los precios relativos, pues sin su mediación la gente hubiera operado de otra manera. Sea como fuere, lo cierto es que, con el tiempo, el FMI fue transformando su misión y, junto con el Banco Mundial, se dedicó a ayudar a gobiernos en dificultades.

Conviene aclarar que los gobiernos en dificultades no lo están debido al clima o la geografía, sino a políticas económicas desacertadas, a la corrupción, al mal funcionamiento de la justicia, al irrespeto de la seperación de poderes... 

En los países que viven tal estado de cosas se producen fugas de capitales (los primeros que los fugan son los propios gobernantes que piden ayuda al exterior, que se cuidan de poner sus fondos a buen recaudo) y, claro, de cerebros. Entonces llegan el FMI y el BM con carradas de dólares (detraídos a los contribuyentes de sus países miembros) en préstamo a bajas tasas de interés y períodos de gracia inauditos. Esto, naturalmente, incentiva a los gobernantes a continuar con sus políticas, por más que hagan ajustes cosméticos para engañar a los incautos.

Autores como Peter Bauer, Deepak Lal, Melvin Krauss, Karl Brunner, Anna Schwartz y James Bovard han señalado reiteradamente estos problemas graves. Además, numerosas operaciones del FMI están envueltas en el secretismo, por lo que economistas como Jeffrey Sachs denuncian que a los investigadores les es "extremadamente difícil" hacer "apreciaciones cuantitativas serias" sobre las políticas del referido organismo, mientras que Doug Bandow asegura que éste "no informa debidamente sobre los convenios stand by y se niega a que se auditen sus préstamos" (además, añade Bandow, "si un país incumple lo acordado con el FMI [en cuanto a los pagos], simplemente se (...) negocia un nuevo acuerdo para otorgarle más préstamos, y así sucesivamente"). Por su parte, Roland Vaubel detalla los incentivos sumamente destructivos que genera el Fondo en un largo ensayo que lleva el sugestivo título de "El riesgo moral de los préstamos del FMI".

Esos préstamos no sólo han contribuido a crear las condiciones para el estallido de crisis espectaculares, como las sufridas en tiempos recientes por Tailandia, Rusia, Argentina o Turquía, sino que han servido para financiar proyectos tan elefantiásicos como inviables y generadores de una corrupción escandalosa (en, por ejemplo, Tanzania, Indonesia, Argelia y Kenia), o para que determinados gobiernos adquiriesen armas que posteriormente han empleado contra sus propias gentes (Etiopía, Uganda, Vietnam, Tanzania, Camboya...).

Si se cortara el crédito a los países receptores de las ayudas de los referidos organismos internacionales, sus gobernantes tendrían que hacer frente a esta disyuntiva: modificar sus políticas estatistas y empobrecedoras –en cuyo caso retornarían las personas y los capitales expatriados y recibiría créditos sobre bases sólidas y razonables– o buscar auxilio financiero en lugares como La Habana o Caracas.

Otra de las instituciones internacionales que deberían ser puestas en la mira es la ONU. Muchos de los que la propiciaron pretendían contribuir a la paz mundial, pero, como ha quedado profusamente documentado, la ONU no sólo no ha servido para el logro de la paz, sino que ha fomentado principios abiertamente opuestos a la sociedad libre. Y quien habla de la ONU habla también de la FAO, la Cepal o Unicef, tal como se recoge en The US and the UN: Time for Reappriasal, de Burton Y. Pines, y en la obra colectiva A World Without a UN.

Todas las personas que, en el plano ejecutivo, planearon la estructura funcional de las Naciones Unidas trabajaron en algún momento para los soviéticos, tal como explica Orval V. Watts en The United Nations: Planned Tyranny. Por su parte, Edward Griffin denuncia (en The Fearful Master. A Second Look at the United Nations) que la mayoría de los secretarios generales de la organización han sido o son gentes contrarias a la filosofía de la libertad, empezando por el primero de todos, el comunista Trigvie Lie.

No se olvide que las Naciones Unidas han sido inoperantes en conflictos como los de Corea, Vietnam, Checoslovaquia, Hungría, Afganistán, Irán, Haití, Panamá, Somalia, Kosovo, Bosnia e Irak, y en el Consejo de Seguridad y la Asamblea General se ha solido entorpecer la lucha contra regímenes totalitarios.


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