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CIVILIZACIÓN

Autoridad política vs. valores (derechos) humanos

Mi amigo Antonio Román me recordó que la política es el arte de buscar (crear) problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar un remedio equivocado. Luego, los artistas, los políticos, siempre buscan un culpable.

Mi amigo Antonio Román me recordó que la política es el arte de buscar (crear) problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar un remedio equivocado. Luego, los artistas, los políticos, siempre buscan un culpable.
En la reciente cumbre del G-20, que quiere ser el principal foro económico global, anunciaron que limitarán las bonificaciones de los banqueros, "causantes" de la crisis financiera. Para la revista New Yorker es mala la forma de retribución de los ejecutivos, con bonificaciones en acciones u opciones. Según el Economist, los gestores de los hedge funds cobran el 2% de los activos que gestionan y se quedan con el 20% de las ganancias. Eso produciría una excesiva avidez.

En realidad, la crisis comienza con algo sencillo: la irresponsabilidad de la Reserva Federal, que bajó las tasas al 1%, provocando así una exagerada expansión de los créditos, luego incobrables.

Insólitamente, los políticos salvaron a sus acusados y anunciaron, para empezar, inyecciones de fondos por más de un billón y medio de euros, que pagarán los contribuyentes. Los directivos de AIG pasaron un fin de semana en Monarch Beach para celebrar que les habían inyectado 85.000 millones de dólares y gastaron más de 440.000 dólares, que pagaron los ciudadanos.

Madoff, por su parte, demostró para qué sirven los reguladores: cuando había fuertes sospechas contra él en Wall Street, la SEC lo inspeccionó, no encontró irregularidades y le dio el certificado de seriedad, acallando así a sus críticos.

Tras los escándalos de Enron y Worldcom, escuelas de negocios como las de Harvard, Columbia y Wharton reforzaron la enseñanza de la ética. Sin dudas, una materia importante.

¿Por qué existe la tendencia a violar las leyes? La moral y la ética son instrucciones para adaptarse al orden en que se desarrolla la naturaleza en general y, en particular, la naturaleza humana y social, decía la escolástica. La violencia (la coacción) viola el desarrollo natural (espontáneo) de las cosas, aseguraba Santo Tomás.

Cuando un Estado impone coactivamente a las corporaciones (o a cualquiera) regulaciones, es comprensible que los individuos se sientan inclinados a desobedecerlas. Por caso, ¿es condenable un empresario que evade unos impuestos tan excesivos que destruirían su empresa? Para evitar cargas fiscales, los ejecutivos de Yahoo, Apple y Google ganaron un dólar como salario en 2006, ¡pero millones en opciones y bonos!

Esta violencia estatal se traslada al interior de las empresas. Al explicar el próximo seminario sobre coaching de Elena Espinal en Madrid, basado en el liderazgo moral positivo, diametralmente opuesto a la autoridad coactiva, otro amigo, Borja Milans del Bosch, decía que hoy "el fin justifica los medios"; si el fin es un "objetivo válido", todo vale: forzar los horarios, las voluntades, frustrar a los miembros de los equipos, hacer trampas... Me vienen a la memoria los 24 empleados de France Telecom que se han suicidado hasta ahora.

La solución pasa, precisamente, por retomar los valores innatos de la persona: respeto, generosidad, responsabilidad, etc. En el primer lugar de una lista de los hombres más influyentes del mundo empresarial elaborada por Fortune se encontraba Steve Jobs, de Apple, que revolucionó dos veces el mundo: en 1977, cuando lanzó la Apple II, iniciando así la era de las computadoras personales, y en 1985, cuando Macintosh estrenó su interfaz gráfica, referente para otros sistemas.

¿Cuánta ayuda estatal obtuvo Jobs? En un discurso en la Universidad de Stanford lo aclaró. Nunca llegó a graduarse. Era tan pobre que, mientras asistía a la universidad irregularmente, dormía en los pasillos e iba los domingos a un centro religioso para tener una comida normal. En un garaje comenzó su empresa, sin ayudas estatales para educación, investigación o desarrollo, sin subsidios ni créditos, sólo con su iniciativa personal y gracias, eso sí, a la libertad que tuvo para ponerla en práctica.


© AIPE

ALEJANDRO A. TAGLIAVINI, analista político argentino.
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