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OBITUARIO

Arthur Seldon, el mentor de Thatcher

El mundo no siempre recuerda a sus genios, especialmente cuando van contracorriente. Éste ha sido el caso de Arthur Seldon, que murió el pasado 11 de octubre, a los 89 años. En su ochenta aniversario, Margaret Thatcher declaró que su mentor había hecho “una contribución invalorable al mapa político y económico de Gran Bretaña”.

El mundo no siempre recuerda a sus genios, especialmente cuando van contracorriente. Éste ha sido el caso de Arthur Seldon, que murió el pasado 11 de octubre, a los 89 años. En su ochenta aniversario, Margaret Thatcher declaró que su mentor había hecho “una contribución invalorable al mapa político y económico de Gran Bretaña”.
Arthur Seldon y Margaret Thatcher.
La Dama de Hierro rendía tributo con estas palabras a quien le enseñó a creer que "la misma existencia del Estado, con su enorme capacidad para el mal, es un peligro potencial para todos los beneficios morales, culturales, sociales y económicos de la libertad".
 
El profesor Seldon fue uno de esos valientes luchadores por la libertad que no cejó en su empeño de defender el capitalismo en tiempos en los que nadie daba un penique por el sistema que más prosperidad ha traído al mundo. Con su contribución en el think tank más importante del Reino Unido, el Institute of Economic Affairs (IEA), consiguió dar fuelle al proyecto de Thatcher.
 
Su historia no fue la de un niño rico, sino más bien lo contrario. Huérfano a los tres años, le adoptaron un zapatero y su mujer. Gracias a su increíble talento, fue becado en la prestigiosa London School of Economics, que le permitió estudiar codo con codo con economistas de la talla de Hayek y Lord Robbins.
 
Tras la Segunda Guerra Mundial conoció a Fisher, un empresario que estaba pensando en crear una fundación liberal para difundir ese ideario en la Inglaterra de entonces, carcomida por el socialismo. Convencido del proyecto, Seldon dedicó el resto de sus días a editar libros y dirigir los estudios del IEA, con tanto éxito que, a su muerte, dejó escritos más de 28 libros y 230 artículos; y coeditó alrededor de 350 obras.
 
Seldon libró la batalla contra el socialismo, al que calificó de "vasta maquinaria de producción de bienes marcados por un simple 'O lo tomas o lo dejas'". El socialismo, aparentemente, iba a traer el paraíso a la Tierra, crear riqueza y repartirla de forma que todos vivieran como reyes. Sin embargo, el Welfare State garantizaba todo lo que alguien deseara, pero con una pésima calidad y a un alto coste. Además, impedía la libertad de elección. Por eso señaló que en "los servicios de la Administración los individuos están, en general, atados".
 
De izquierda a derecha, Lord Harris, Arthur Seldon y Friedrich A. Hayek.Los resultados del Estado del Bienestar, como anticipó, fueron desastrosos: paro, inflación, impuestos altos y una creciente dependencia personal del Estado. Seldon, que no se dejaba llevar por las modas del momento, alabó el capitalismo porque, tal y como dejó dicho en su libro homónimo, "los valores del mercado son superiores a los del proceso político porque permiten a los ciudadanos expresar sus puntos de vista, sus preferencias, sentimientos, lo que les gusta o les desagrada (…) sin necesidad de tener que pasar por el filtro político de la aprobación de la mayoría".
 
Observando que el libre mercado es el único sistema compatible con la libertad y con el bienestar, estudió las fórmulas para ir reduciendo el tamaño del Estado Providencia. En esto fue uno de los pioneros, casi a la par que sus buenos amigos Milton Friedman y Friedich Hayek. De hecho, es probable que a él debamos buena parte de las soluciones liberales, desde cómo privatizar el sistema de pensiones a la mejor forma de introducir la libertad de elección en materia educativa. Años después, sus tesis prosperaban. Chile llevaba a cabo la revolución de las pensiones con gran éxito. Hasta en Suecia se ha empezado a ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de que decidan en qué colegio gastar los impuestos que pagan.
 
Para no ceder ante lo políticamente correcto, sostuvo una convicción muy clara: "Creer que cada uno de nosotros es suficientemente adulto para que le dejen libre o le ayuden, para vivir su vida como desee". En suma, deseaba que la gente fuera independiente, que no tuviera que pedir permiso para actuar y perdón por triunfar, como desgraciadamente sucede hoy en día.
 
Por eso fue un duro crítico del papel del Estado en la sociedad. En su estudio sobre Thomas Paine resaltó una cita del célebre revolucionario norteamericano: "El Gobierno no es necesario más que para proveer en unos pocos casos aquello para lo que la sociedad y la civilización no están convenientemente capacitados".
 
Animado por estas ideas, emprendió un análisis detallado de lo que luego se ha denominado "los fallos del Estado". Los políticos y burócratas, al conducirse por su propio interés y tratar de maximizar su poder e influencia, cometen errores mucho más graves que cualquiera de los que pueda incurrir el libre mercado. Al fin y al cabo, mientras que en el capitalismo el empresario se juega su dinero, los defensores del bien común administran bienes ajenos y, por tanto, no sufren en sus propias carnes los costes de sus decisiones. Su irresponsabilidad es total, y en cada acto que llevan a cabo nos arrastran a todos.
 
Cuando muere un político, salvo raras excepciones, no hay demasiado por lo que apenarse. Sin embargo, al llegar la hora de ciertos grandes hombres el lamento constriñe el alma, y ya sólo cabe esperar que llegue otro que retome su legado. Nos ha dejado Arthur Seldon, pero, gracias a Dios, sus escritos, entre los cuales destaca Capitalismo, siguen ahí, para que los descubran otras personas y no se apague nunca el faro que guía al hombre en su vida: la libertad. Q.E.P.D
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