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DRAGONES Y MAZMORRAS

Ancha es la Tundra

El otoño es la época de la vendimia y, en general, de la recogida de frutos. Por eso, a falta de una lluvia más eficaz, padecemos ahora la de los premios literarios.

Ayer, el Nobel para Coetzee, hoy el Nacional para Suso del Toro (hay que conformarse con lo que da la tierra) y dentro de poco muchos más que ya iremos comentando, si se tercia. Esto de los premios es “la cara amable de la vida”, como dice la publicidad radiofónica de unos ladrillos o tejas, que igual da. Otro artículo cultural que da mucha vidilla al cotarro son los centenarios. Más agradecidos si cabe que los premios, son también una cosecha anual que no hay que desdeñar. Digo que son más agradecidos porque al celebrar a los muertos apenas despiertan envidias entre los vivos, y aún así hay quien encuentra manera de andar a la greña. Este año se conmemora el Año Dalí (tal vez el único surrealista medianamente soportable) y cumplen cien años Pablo Neruda y Rafael Alberti.

Como ocurre en casos semejantes, todas las instituciones medianamente culturales rivalizan en demostrar cuánto les quieren (sobre todo a Alberti) y no escatiman medios para demostrarlo. La Residencia de Estudiantes ha dedicado unas Jornadas intensivas al “Joven Alberti” con lectura de poemas incluida. Las conferencias fueron muy profesorales y el variado elenco de poetas en activo con su bien escandida lectura, consiguieron, cual las estrellas fugaces, inducir al sueño, poético símil que he sacado del mismísimo Virgilio. Esto ocurrió la semana pasada, pero la que viene, y al alimón con la Casa de América, la Resi prosigue con su homenaje que hace extensivo a Neruda. 14 poetas, de una y otra orilla recordarán a los dos grandes, que tuvieron muchas cosas en común, entre otra la de no ser los “silenciosos cómplices del verdugo”, como reprochó Neruda a Dámaso Alonso y a otros poetas españoles, sino los muy ruidosos sostenedores de la gran carnicería soviética. Eso es precisamente lo que reprocha Antonio Elorza a la exposición sobre Alberti que se está celebrando en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía sobre el gaditano: que apenas se menciona la destacada actuación del grande hombre en la Internacional Comunista. No habrán querido desdorar su imagen de “santito”, a no ser que Elorza considere esa desagradable militancia como un título de gloria, que nunca se sabe, porque en estas cosas hay todavía mucha confusión en las filas.

Sin ir más lejos, el otro día unos amigos de muy diversa ideología pero similar profesión, hablábamos sobre literatura cuando uno de ellos se refirió a unas páginas homófobas, de corte ultraderechista que había encontrado en Internet, lo que dio pie para que otros hablaran de la represión contra los homosexuales por parte de la derecha en la historia. Me faltó tiempo para recordarles la que sucedió “côté gauche”: Durruti y su tren de la muerte y Castro en Cuba con su “conducta impropia”. Otro de los comensales se refirió a la represión soviética a ese respecto y contó una anécdota genial que había leído en algún libro, creía él que en Malraux aunque parece sacada de una novela de Platónov.

Al parecer, en una ocasión, durante un Congreso, un escritor soviético le contó que en una provincia remota de la URSS, donde tuvo que residir algún tiempo, los ciudadanos se encontraron con un ukase prohibiendo las relaciones sexuales. No podían comprenderlo y las interpretaciones fueron, unas de índole marxista: “es para que dediquemos todas nuestras energías a la reconstrucción de la patria”, y otra, de índole contrarrevolucionaria: “es para fastidiarnos”. Bueno, pues el que esto contaba, intrigado, y sospechando que había ahí algún tipo de error, fue a Correos a inquirir por el origen de tan peregrina prohibición. Ahí se encontró con que la funcionaria responsable era una jovencita de apenas 18 años, entusiasta revolucionaria, modosa y aplicada que le contestó a todas sus preguntas: sí, lo había recibido ella. No, no conservaba el original pero recordaba que le llamó la atención una incongruencia que ella se atrevió a corregir. “¿Cuál?”, le preguntó el escritor. “Pues que en el texto original se decía que se prohibían las relaciones sexuales entre hombres”. “Y —añadió la joven— usted comprenderá que como eso es imposible tuve que ponerlo de manera correcta”. Ancha es la Tundra.

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