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COMPROMISO CON KYOTO

Al lunático de ZP sólo le para Marte

La campaña electoral que afortunadamente hemos dejado de padecer ha sido tan infame en tantos sentidos que con las declaraciones y acciones de algunos de sus protagonistas podríamos hacer un museo de la imbecilidad con un casón del buen retiro dedicado a la inmundicia.

De entre las barbaridades que se han dicho, José Luis Rodríguez Zapatero se merece una mención de honor por su compromiso a que España cumpla con el Protocolo de Kyoto, “cueste lo que cueste”. Esta aseveración es parte de un profundo compromiso de ZP con la agenda del activismo ecologista y del frente anti-calentamiento global. Fruto de ese compromiso roji-verde surge la inclusión de profesionales del catastrofismo ecologista en las listas del Partido Socialista Obrero Español.
 
Doy por sentado que lo de “cueste lo que cueste” sólo lo tragan Zapatero y su equipo de sandías. Pero a muchos ciudadanos de bien, les parecerá normal y hasta honorable que Zapatero piense obligar a los españoles, por el bien del medio ambiente, a cumplir el tratado de Kyoto. Sin embargo, tratar de forzar a España a cumplir con Kyoto sería un error de gravísimas consecuencias. Veamos por qué.
 
El tratado de Kyoto es el acuerdo fruto de una ideología y no de la razón o la ciencia. De hecho, veremos que no existe, a día de hoy, ni una sola prueba solvente que lo sustente. Su sustrato es el odio al sistema capitalista, al mercado libre y a la cultura en la que se enmarcan. Así pues, quienes abominaban la civilización fundamentada en el respeto a la propiedad privada y la responsabilidad individual, decidieron pararla a través de su motor físico: la energía. Para lograrlo, lo primero que precisaban era una coartada que no resultó difícil de inventar. Primero, que el clima del mundo está cambiando como nunca antes lo había hecho. Y, en segundo lugar, ese grave cambio climático está provocado por el hombre y su actividad productiva; especialmente por su producción de CO2.
 
En este contexto nace el Protocolo de Kyoto. Una “solución” fundamentada en la reducción forzosa de entre el 30 y el 40 por ciento de las emisiones de CO2 en el transcurso de la primera década del tercer milenio. Como se ve, siempre hay quien se apunte a cazar fantasmas con misiles nucleares.
 
Aún suponiendo a efectos dialécticos que el diagnóstico fuese cierto y que la medicina fuese la adecuada, cabe preguntarse cuáles serían los costes de poner en marcha un plan semejante. Sin embargo, tal y como proclama Zapatero, el coste no importa debido,  presumiblemente, a lo apocalíptico del problema. Así, da igual el coste y la labor es rentable por definición. 
 
Si a alguien se le ocurriese la peregrina idea de pedir pruebas científicas de la existencia de un problema de calentamiento global del planeta o, incluso, de la responsabilidad del hombre en ese supuesto cambio climático, la respuesta de los ecologistas y de los políticos que les apadrinan sería que no es necesario. ¿Para qué iba a hacer falta si ya los políticos han estipulado la existencia de un profundo cambio climático, la culpabilidad del hombre —e incluso de algunas mujeres— y la necesidad de cambiar la sociedad que lo produce a golpe de decretos y leyes intervencionistas?
 
La estrategia parece perfecta. ¿Qué duda cabe? Conozco a más de un científico extranjero que ha estado a punto de volverse loco al tratar de desenmarañar el bucle autolegitimador construido en torno al mito del cambio climático por ecologistas y políticos-sandía. Y sin embargo, les ha salido el pájaro cuco. Alguien les ha puesto en evidencia y Zapatero tendrá que justificar la desventura en la que piensa meter a España, “cueste lo que cueste”, por alcanzar la utopía verde. Ni que decir tengo que el responsable de tan benefactora hazaña no ha sido el Partido Popular, que nos ha bombardeado los tres últimos años con toneladas de basura publicitaria en favor del “desarrollo sostenible”. Tampoco han sido los científicos españoles que comen del pesebre impositivo y que, ante las promesas de más abundante alfalfa en forma de I+D, no están para armar jaleo. No señores. Ha tenido que ser Marte, planeta rojo donde los haya, quien pusiera a socialistas y ecologistas amantes de la filosofía kyotense en el atolladero.
 
Mientras ZP cantaba poemas al Dios Kyoto —salvador de la princesa Gaia en su perversa mitología—, el Dios Marte, con la estimable colaboración de la NASA, decidió plantar cara a tanta estupidez y desprestigiar de forma descarada al movimiento ecologista terrestre y, con él, al futuro presidente de España. El descubrimiento y posterior anuncio de las pruebas halladas sobre la existencia de agua en tiempos remotos sobre la superficie marciana amenaza con reciclar la imagen del movimiento ecologista y de los políticos que, como Zapatero, les dan cobertura, haciéndoles pasar de impertinentes radicales a peligrosos lunáticos.
 
Y es que si por la superficie marciana hubo ríos que han dado paso a ese paisaje parecido a lo que los comunistas hicieron del mar de Aral sin que hicieran acto de presencia los seres humanos, los manager en marketing catastrofista no podrán evadir por más tiempo presentar pruebas de la existencia del tan cacareado y polémico cambio climático causado por la actividad productiva humana. Asimismo se verán obligados a justificar el aumento del paro y lo que dejemos de crecer por tratar de cumplir con el tratado de Kyoto (al menos 19.213 millones de euros o más de 3 billones de las antiguas pesetas, si es que la cifra resulta así más inteligible a alguien, según cálculos bastante conservadores de un estudio de la consultora PriceWaterhouseCoopers). Pero es precisamente de pruebas de lo que más carecen nuestros histéricos del cambio climático.
 
A estas alturas de la infame campaña publicitaria ecologista que dura ya décadas, lo único cierto es lo siguiente:
 
-Que no existe una relación directa entre emisión de CO2, fruto de la producción de energías fósiles, y el supuesto calentamiento del planeta.
 
-Que el ser humano, con su actividad actual, no tiene capacidad para producir fuertes cambios climáticos.
 
-Que en la pequeña medida en que nuestro sistema pueda contribuir en el futuro a cambiar el clima, es muy posible que lo haga en un sentido positivo para la vida en el planeta.
 
-Que a pesar de lo que piensa la mayoría de los españoles, intoxicados por una prensa ecofanatizada, el dramático calentamiento del planeta es más un mito que una realidad. Las mediciones más exactas, las que se realizan mediante satélites y globos estratosféricos, demuestran que no estamos ante ningún calentamiento y que, en todo caso, nuestro planeta estaría experimentando un ligerísimo enfriamiento.
 
-Que el nivel de los océanos está creciendo. Pero esto no tiene nada que ver con la actividad humana sino con el crecimiento de ese nivel que se viene experimentando desde hace quince mil años, fecha del final de la última era glaciar.
 
Así las cosas, el caso de Marte supone un auténtico chute de realidad. Existen fuerzas muy superiores a las del ser humano. Hay cambio climático allí donde el hombre apenas ha podido poner un ojo. Y mientras tanto, en la Tierra hay quienes vociferan que padecemos un tremendo cambio climático a consecuencia del sistema de producción capitalista fundamentado en el respeto a la propiedad privada y en los intercambios voluntarios.
 
Según los estudios científicos no estamos ante un cambio climático dramático, pero en caso de que algún día llegásemos a sufrirlo, la verdadera solución no consistiría en que los políticos aprobasen e hiciesen cumplir tratados de planificación e intervención económica, despilfarrando así nuestros preciados recursos escasos. La solución pasaría necesariamente por permitir que en un entorno capitalista las mejores mentes del Planeta Tierra ideasen los artilugios y artefactos que posibilitasen a nuestra especie escapar una vez más a los efectos del agresivo entorno natural en el que hemos logrado sobrevivir millones de años gracias a la cooperación voluntaria y al uso de la razón. Mientras tanto, sólo mayores dosis de capitalismo nos permitirán alejar el día que nos tengamos que enfrentar a esos problemas mediante soluciones drásticas.
 
Todavía no sabemos si ha existido vida en Marte. Lo que sí podemos afirmar sin miedo a equivocarnos es que si en el planeta rojo hubiese habido una sociedad de seres humanos de corte capitalista, Marte seguiría estando habitada.
 
Y, sin embargo, en la Tierra, Zapatero y toda una generación de políticos lunáticos instalados en la moda ecologista están dispuestos a maniatar el único sistema productivo que realmente incentiva a conservar los recursos más escasos y así mejorar continuadamente nuestro medio ambiente.
 
Ni Europa ni España pueden permitirse cumplir con el tratado de Kyoto. Y no lo pueden hacer tanto por motivos ecológicos como económicos. No podemos permitirnos malgastar el volumen de recursos que los ecologistas y su irracional tratado nos exigen. Si Europa quiere ser el mayor espacio de libertad, progreso, pleno empleo y medio ambiente saludable para el ser humano en el año 2010, el protocolo de Kyoto tiene que ser denostado como lo que es: pura basura ideológica. Así que si Zapatero no quiere ver a España enfangada en el lodazal ecologista, y a los españoles tratándole de lunático, que no nos imponga la injustificada coacción del tratado de Kyoto.
 
Gabriel Calzada es representante del CNE para España.
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