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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

África, en la cuneta

En algunos lugares del ancho mundo, y sobre todo en Vietnam, lógicamente, se celebra la toma de Saigón por las tropas del Vietcong, o sea el triunfo del comunismo y la derrota de los USA, hace 30 años. Todo ello es a la vez cierto y falso.

En algunos lugares del ancho mundo, y sobre todo en Vietnam, lógicamente, se celebra la toma de Saigón por las tropas del Vietcong, o sea el triunfo del comunismo y la derrota de los USA, hace 30 años. Todo ello es a la vez cierto y falso.
Imagen tomada www.arcadiaclub.com.
Cierto: EEUU sufrió una derrota militar y política, pero falso: ese conflicto, como casi todos los que se desarrollaron en el periodo de la llamada Guerra Fría, más allá de las apariencias y de las circunstancias, enfrentaba a dos concepciones del mundo y de la sociedad; era una guerra total entre comunismo y capitalismo, y el capitalismo ha triunfado en todas partes. Y como los USA son la primera potencia capitalista del mundo, puede decirse que, si bien perdió esa batalla, terminó por ganar la guerra.
 
Para resumir con una frase el sistema político-económico de Vietnam: tanto a éste como al de China les calificaría de dictaduras de partido único capitalistas. Me limitaré, hoy por hoy, a un solo dato humorístico: en el curso de las ceremonias de conmemoración de su victoria, con los habituales desfiles militares, discursos y banderitas, el discurso oficial del secretario general del PC vietnamita, retransmitido por la televisión, fue cortado para pasar publicidad de Toyota.
 
Imposible imaginar una declaración de Stalin interrumpida por publicidad. Y si no existía televisión en la URSS antes de la muerte del padrecito de los pueblos da lo mismo, porque era la radio la que retransmitía los discursos. Igual puede decirse de Breznev, o de Castro, ni siquiera puede imaginarse la publicidad interrumpiendo las declaraciones oficiales de Chirac o de otros líderes máximos. En este sentido, Vietnam se nos adelanta...
 
Las Torres Petronas, símbolo de la capital de Malasia, Kuala Lumpur.En una palabra, Asia conoce un indudable despegue económico que no se basa en deslumbrantes y recientes descubrimientos de petróleo (como en Noruega, pongamos), sino en el modo de producción y en el mercado capitalistas. Estos países, todos capitalistas, pueden ser democracias, como la India o Japón, pero también dictaduras, como China, Vietnam o los países árabes.
 
Esta simple constatación refuta por sí sola la crítica al liberalismo de tantos políticos e intelectuales de postín según la cual los liberales estaríamos convencidos de que el desarrollo del mercado conduce automáticamente a la democracia. Pues no, la lucha por una verdadera democracia liberal, evidentemente capitalista, tiene que desarrollarse tanto en los países de dictadura de partido único comunistas como en las monarquías absolutistas árabes, o en los engendros dictatoriales del nacionalsocialismo, asimismo árabes.
 
Asia se desarrolla, América Latina mucho menos pero también, y África está en la cuneta. África es una catástrofe, y sin embargo es un continente potencialmente rico. Se podrán dar todas las explicaciones posibles, ninguna me resulta convincente. Es cierto que han desempeñado un papel importante la colonización y, muchas veces más, la descolonización; la "exportación" de la Guerra Fría a Angola, Mozambique, Etiopía, Congo; otras guerras tremendas, como la de Argelia; conflictos viejos y nuevos, como en Ruanda, Costa de Marfil, Togo, etcétera; fanatismos islamistas, como en Sudán, también en Argelia, y muchos más conflictos y problemas, siendo el de la corrupción el más generalizado y profundo.
 
Pero Asia ha conocido problemas y conflictos semejantes, o incluso peores, y en China no hace tanto la hambruna hizo millones de muertos, debido a la planificación socialista de la economía, y todos los expertos anunciaban que antes del fin de siglo pasado la India conocería una hambruna semejante; se equivocaron porque, cegados por su propia ideología, no veían ni querían ver los recursos del capitalismo, y no precisamente del capitalismo de Estado: cuanto menos Estado más prosperidad. Esto se verifica también en Asia.
 
Nelson Mandela y Frederik de Klerk fueron galardonados con el Nobel de la Paz en 1993.En toda África un solo país conocía un desarrollo económico y un nivel de vida superior al resto del continente: Suráfrica. Pero era un país maldito debido al apartheid, a todas luces una injusticia intolerable, incluso si los negros vivían mejor que los africanos en los demás países del continente.
 
El fin del apartheid fue posible gracias a diversos factores; uno de los más importantes fue la desaparición de la URSS, que mantenía en Suráfrica un foco de inseguridad permanente, con acciones terroristas y manifestaciones violentas que aparentaban oponerse al apartheid pero que en realidad lo mantenían, y eso principalmente a través del ANC.
 
La desaparición de la URSS y de su apoyo "logístico" a la inseguridad permanente, la evolución antirracista de la sociedad civil, el Gobierno De Klerk y otros factores condujeron a la liquidación de la separación racial, a la negociación y a las elecciones que llevaron a la presidencia al ex terrorista Nelson Mandela, que había pasado 27 años en la cárcel, los últimos asignado a una residencia, en realidad.
 
Mandela, pese a su premio Nobel de la Paz y a su nostalgia pública de la URSS, condujo la transición de manera pacífica, en un país que había vivido tantas tensiones. Con su labor cumplida, Mandela se retira y es sustituido en la Presidencia por Thabo Mbeki; es entonces cuando todo se complica y amenazan nuevas tormentas.
 
Los primeros truenos anunciadores de desastres fueron las declaraciones de Mbeki sobre el sida, en las que consideraba que no era una enfermedad sino la consecuencia de la pobreza y del racismo, y que sólo se podía combatir mediante la lucha de clases antiimperialista.
 
Manifestación antisionista en Durban (2001).La segunda amenaza se situó en Durban, con la conferencia "contra el racismo" apadrinada por la ONU y presidida por Kofi Annan, que se convirtió en una manifestación antisemita, con el eslógan "¡Hitler tenía razón!" (por exterminar a los judíos, se entiende, espero) dominando en las calles; conferencia de la que sólo se retiraron, protestando, las delegaciones de USA y de Israel, mientras que los delegados de la UE aplaudían y la inaudita Nicole Fontaine, entonces presidenta de la Eurocámara, declaró que si la UE no hubiera estado "hubiera sido peor".
 
Chapado a la antigua, me resulta difícil insultar a señoras, pero no son las ganas que me faltan, en este caso. Cegados por la propaganda a favor de ese país progresista, poco sabemos de su situación real, hasta que empezaron a surgir noticias de esa epidemia, no exclusivamente africana pero que allí hace estragos: la corrupción. Desde el pasado mes de octubre se está desarrollando en Durban un proceso de corrupción nada menos que contra el vicepresidente y futuro presidente, se dice, Jacobo Zuma, y su consejero financiero, Shadir Shaïk.
 
Enrevesado como tantos procesos de esta índole, aún no se conoce su fallo, sólo se sabe que, pese a sus mordidas a estos y probablemente a otros dirigentes del ANC, la empresa francesa Tomos-CSF ha sido exculpada. Otro ejemplo de la miserable política africana de Francia, a base de corrupción y de sangre.
 
Para terminar con una nota optimista, en la medida en que la risa lo sea, diré que el gran estadista, mundialmente aplaudido, Nelson Mandela ha caído en la más rastrera de las estafas y aceptado la propuesta de un tal Ross Calder, que consiste en firmar de su puño y letra cuadros que evidentemente no ha pintado él. Esta estafa ha tenido un éxito mundial, y famosos como Robert de Niro, David Beckham y hasta el príncipe Carlos han comprado estas originales obras de arte al precio de 200.000 dólares. Una ganga.
 
El escándalo ha surgido cuando otros estafadores se pusieron a copiar los cuadros firmados por Mandela pero pintados por un asno cualquiera. Resulta a todas luces intolerable e inmoral falsificar falsificaciones. En cualquier país del mundo, salvo en Suráfrica, yo me pregunto si Mandela no tendría que volver a la cárcel, no ya como terrorista, o resistente, sino como vulgar estafador. A menos que se considere todo esto como un ejemplo de "excepción cultural". Habría que preguntarlo a Carmen Calvo.
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