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ARGENTINA VS. REINO UNIDO

A vueltas con la energía... y las instituciones

Cualquier país puede tener problemas energéticos. Lo que importa, cuando se producen, es cómo se afrontan. Ahí entra en juego la calidad institucional del país en cuestión, si cuenta con funcionarios competentes que piensan a largo plazo u oportunistas que sólo estan pendientes de las próximas elecciones.

Cualquier país puede tener problemas energéticos. Lo que importa, cuando se producen, es cómo se afrontan. Ahí entra en juego la calidad institucional del país en cuestión, si cuenta con funcionarios competentes que piensan a largo plazo u oportunistas que sólo estan pendientes de las próximas elecciones.
En la imagen, un gasoducto.
La Argentina vive al límite de su capacidad energética, y eso luego de reducir sus exportaciones de hidrocarburos, aumentar sus importaciones y cortar el suministro a las empresas en los períodos de mayor consumo.
 
El Gobierno no quiere dejar que el mercado se haga cargo de la provisión de energía y que los precios reflejen la escasez presente y futura, así como la necesidad de invertir en la extracción de petróleo y gas y en la construcción de nuevas centrales eléctricas. Supuestamente, el mercado es "anárquico", pero termina siendo mucho más ordenado que los planes pergeñados por los funcionarios de turno.
 
Hay países donde los Gobiernos parecen mirar más allá de la siguiente cita con las urnas. Como recordaba recientemente The Economist, en el Reino Unido la capacidad de generación de electricidad supera al consumo, durante la demanda pico, en un 20%, margen que los ingenieros consideran conveniente. Ahora bien, si no se erigen nuevas plantas, dicho margen desaparecerá en 2015. De hecho, el escenario pesimista contemplado por un informe gubernamental estima que hay un 70% de probabilidades de que en 2012 se produzca un apagón.
 
Una central nuclear.Como era de esperar, el mercado está reaccionando a estas circunstancias. Así, se están construyendo varias usinas a gas, procedente del Mar del Norte o importado. Pero la respuesta del mercado está siendo obstaculizada por numerosas regulaciones gubernamentales y comunitarias, que cierran la puerta a las inversiones en ciertos sectores específicos.
 
Dado que se han puesto mil y una trabas a la construcción de nuevas usinas nucleares, las existentes están ya obsoletas. Dentro de dos años se cerrará la última de las instaladas en la década de los 50, y en cuatro años empezarán a cerrar las más modernas: para el año 2023 sólo quedará una. En la actualidad, la energía nuclear provee el 20% de las necesidades de consumo.
 
En cuanto a las plantas de carbón, las regulaciones comunitarias les exigen instalar nuevos filtros para el dióxido de sulfuro y los óxidos de nitrógeno. El coste es de tal envergadura, que es probabla que muchas de ellas echen el cierre.
 
Ahora bien, dentro de poco podría haber una alternativa que salve al carbón. Se trata de una nueva técnica de captura y almacenamiento de dióxido de carbono que permitiría explotar el carbón y acabar con el efecto contaminante. Una empresa alemana está haciendo pruebas en Inglaterra. El dióxido se trasladaría por tubos y se enterraría en los yacimientos, ahora vacíos, de petróleo y gas del Mar del Norte.
 
Al margen de estas soluciones específicas, lo que la noticia muestra es la diferencia de calidad institucional entre la Argentina y el Reino Unido. En este último país se permite a los que participan en el mercado decidir y planear sus ofertas, teniendo en cuenta las demandas futuras, con varios años de anticipación. Si no lo hacen con más eficiencia es por culpa de las trabas que, también allí, han de sortear. Pero están hablando del año 2015. En cambio, en la Argentina el mercado está maniatado, los precios no reflejan en lo más mínimo la escasez presente... y 2015 es una fecha que no existe en el calendario oficial, a menos que alguien esté pensando ya a cuál de los miembros del matrimonio presidencial le tocará estar al mando en aquel entonces. La atención está centrada en los próximos dos meses, no en los próximos siete años. 
 
 
© AIPE
 
MARTÍN KRAUSE, director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Eseade (Argentina).
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