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ECONOMÍA

A propósito del oro y el platino

El pasado 7 de noviembre el presidente del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, propuso, en un artículo para el Financial Times, que la economía global vuelva a estar ligada al oro, para que así gane en estabilidad y, además, se cuente con un gran instrumento de lucha contra la inflación.


	El pasado 7 de noviembre el presidente del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, propuso, en un artículo para el Financial Times, que la economía global vuelva a estar ligada al oro, para que así gane en estabilidad y, además, se cuente con un gran instrumento de lucha contra la inflación.

Aunque luego ensayó una "desmentida oficial", lo cierto es que sugirió un sistema basado en una cesta de monedas, que incluiría el dólar, el euro, el yen, la libra y el yuan, con el metal precioso como referencia. Se trataría, pues, de una especie de vuelta al patrón oro, demasiado rígido y retardatario del crecimiento, según los progresistas.

Desde 1914, cuando se creó el Sistema de la Reserva Federal norteamericana, el mundo ha experimentado inflaciones, hiperinflaciones, fases de crecimiento y fases de recesión, como la Gran Depresión de los años 30 y la crisis actual. La conferencia de Bretton Woods, en 1944, estableció un sistema gestionado por el Fondo Monetario Internacional y basado en tipos de cambio vinculados al oro. El valor de la onza se fijó en 35 dólares, y ésa fue la referencia para el resto de las monedas. En 1971 Richard Nixon terminó con todo resabio de convertibilidad, lo que llevó a las demás monedas a flotar contra el dólar y demostró que el patrón oro no es de derechas, aunque los viejos conservadores lo añoren. 

Tienen razón los progresistas en que el sistema era rígido; de hecho, ataba las manos a quienes querían disparar el gasto estatal. También era rígido por otra razón... no relacionada con el metal precioso, el curso forzoso de las monedas, todas ellas estatales. En cambio, en un régimen de competencia el mercado decidiría naturalmente el modo más eficiente de utilizar los medios de pago.

Alguien favorable a la libertad monetaria frente al rígido patrón oro podría preguntar, por ejemplo: ¿por qué no emplear otro metal? Es sugestiva y aleccionadora la comparación del oro con el platino, dos de los metales más valorados, cuyos precios han experimentado notables variaciones desde 2008. La gente sigue teniendo presente el valor del oro como patrón monetario, y la subida de su precio refleja la desconfianza existente en el sistema financiero actual. 

Muchos consideran que el oro es la única reserva de riqueza, dado que las monedas de papel y electrónicas no paran de depreciarse. La guerra de divisas y comercial, la inflación y la deuda de dudoso futuro en la zona euro, todo ello provoca que, patrón sicológico de por medio, los inversores tengan en su poder más gramos del metal amarillo del necesario para moler. En contraposición, cuando los amantes del oro están deprimidos, porque las expectativas en cuanto al progreso de la economía son favorables, los poseedores de platino cantan victoria, pues su demanda está directamente relacionada con la producción industrial. A principios de 2008, antes de la restricción crediticia, una onza de platino se vendía a más del doble de lo que costaba la de oro. En los siguientes meses, el oro subió y el platino cayó, al punto de que a finales de ese mismo año el precio de ambos era casi idéntico. 

Resulta sintomático que tanto el oro como el platino hayan subido de precio en los últimos dos años. Se diría que en el mundo conviven la alta inflación occidental con el auge del consumo impulsado por China; pero también podría apuntarse que ya no rige lo del patrón oro sicológico y que ahora también se apuesta por otra commodity.

 

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