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CÓMO ESTÁ EL PATIO

A la espera del "nuevo modelo productivo"

El hecho diferencial de la economía española es la persecución sistemática de que es objeto cualquier persona capaz de crear algo de riqueza. Es algo que también ocurre en el resto de las socialdemocracias occidentales, pero en nuestro país el fenómeno se agudiza con el entusiasmo bolivariano de Zapatero y compañía.

El hecho diferencial de la economía española es la persecución sistemática de que es objeto cualquier persona capaz de crear algo de riqueza. Es algo que también ocurre en el resto de las socialdemocracias occidentales, pero en nuestro país el fenómeno se agudiza con el entusiasmo bolivariano de Zapatero y compañía.
Cuando habla de la necesidad de cambiar nuestro modelo productivo, a Zapatero le pasa lo mismo que cuando trata de esbozar una idea concreta, más allá de las apelaciones a la metafísica consustanciales al personaje: se nota que no tiene ni la más remota idea de lo que está diciendo. Pontificar sobre la sustitución de un determinado modelo productivo puede ser provechoso... siempre que se tenga otro modelo para proceder a la sustitución; en caso contrario, se terminan destruyendo los últimos engranajes que mantienen en movimiento la maquinaria de que se dispone, detalle éste que al socialismo le trae sin cuidado, porque lo que pretende es, simplemente, mantenerse en el poder, y a esos efectos la propaganda es mucho más rentable que la pura realidad.

Zapatero demuestra una gran temeridad con sus esfuerzos por acabar con cualquiera que se atreva a crear un puesto de trabajo fuera del Boletín Oficial. El cambio de modelo productivo debe de consistir en convertir al gobierno y a su cohorte de autonomías en los principales empleadores del país, al menos hasta que puedan atribuirse esa competencia exclusiva, como en los mejores tiempos del progresismo científico.

En España es relativamente fácil acabar con el modelo productivo, porque por lo general por estos lares sólo hay dos formas de convertirse en empresario, a saber: tener un trato cercano con los políticos en el ejercicio del poder y darles correa, o montar un negocio con esfuerzo para ganar dinero mediante la satisfacción de las necesidades de los clientes. La ventaja de la primera modalidad es que las crisis le afectan sólo tangencialmente: por muy mal que vaya la economía, siempre hay políticos dispuestos a conceder chollos, prebendas y gabelas. En el segundo caso la cosa se complica, porque las dificultades de los consumidores para llegar a fin de mes hacen que la viabilidad de las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, sea algo cuestionable.

En la España progresista que iba a jugar en la Champions League de las economías europeas, el empresario es un bulto sospechoso al que conviene vigilar de cerca, no sea que tenga éxito en su negocio y acabe ganando dinero: el ejemplo podría extenderse, y los esfuerzos para crear generaciones de funcionarios y gerentes de ONG a través de la educación pública y sus asignaturas ad hoc, caer en terreno baldío.

La gran mayoría de los españoles se ha creído que los políticos son artífices de nuestra prosperidad y garantes de nuestro bienestar, y la izquierda, especialista en sacar gran provecho de todas estas absurdas creencias, fomenta la leyenda urbana haciendo que familias que no van a llegar a fin de mes piensen, por ejemplo, que es bueno que les suban los impuestos.

Sin embargo, la realidad es tozuda, y sólo hay que darse una vuelta por cualquier barrio para comprobar la vertiginosa inflación de escaparates con carteles de "Liquidación por cierre" y de negocios que directamente echan la persiana y envían a sus empleados a la cola del paro. Días atrás me decía un empresario de la restauración que en cuanto acaben las navidades y haga la caja propia de esos días de celebración va a cerrar sus dos restaurantes para dedicarse al cultivo de su jardín, ocupación menos productiva en términos económicos pero muy relajante y no sometida a tanta presión fiscal. No se trata de un caso aislado, sino de una decisión compartida por un gran número de profesionales a los que ya no resulta rentable mantener sus negocios abiertos.

Zapatero sigue encantado de conocerse, y sus votantes, tremendamente satisfechos por cómo está resolviendo la crisis económica, especialmente los que pertenecen al gremio sindical o al artistoide, en todas sus denominaciones y ganaderías, grandes propagandistas de la gran obra social del Líder. El mantra que repiten ad nauseam es el consabido "En este país es necesario un cambio de modelo productivo"; aunque detecto cierto fingimiento, por razones más que lógicas: con el modelo productivo de ZP, a ellos les va muy bien. Oiga, quién pudiera.
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