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Capitalistas enemigos de la libertad

El título de esta columna no implica que ahora llevo puesta una camiseta con la efigie del Che Guevara ni que apoyo las políticas comunistas de Hugo Chávez en Venezuela. Se trata más bien del título de una extraordinaria conferencia que le oí dictar al profesor Ernest van den Haag hace varios años. Ese eminente profesor de jurisprudencia y políticas públicas de la universidad de Fordham murió a principios de abril y dedico esta columna a su memoria, recordando algunas de las más interesantes ideas que le oí expresar.

Muchos exitosos hombres de negocios parecen no sentirse satisfechos con haber acumulado fortunas y creado sus grandes empresas. Añoran convertirse en estadistas. Antes era más fácil saltar de alguna profesión a la política, pero eso es ahora mucho más difícil, ya que la política se ha convertido en una carrera de toda la vida y una codiciada forma de vivir bien y ejercer gran poder sobre los demás.

Ante tal dificultad, los empresarios con ambiciones políticas suelen encontrar que la mejor manera de saltar a la vida pública es denigrando contra el capitalismo. Así llaman la atención, sus declaraciones son reportadas por la prensa y pronto se convierten en noticia.

No todos los millonarios que critican el sistema capitalista tienen ambiciones políticas. A principios del año 2001, 120 multimillonarios, incluyendo a George Soros y al padre de Bill Gates, escribieron una carta al New York Times oponiéndose a la eliminación del impuesto sucesorio. Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, dijo que no había firmado la carta no porque no estaba de acuerdo, sino porque ésta se quedaba corta.

A lo contrario de las grandes fortunas europeas, la gran mayoría de los multimillonarios americanos no han heredado su fortuna sino que la han hecho ellos mismos. Es más, en los primeros puestos de las listas de los grandes multimillonarios de hoy ya no figuran los nombres de las más famosas familias de empresarios, como los Rockefeller, Carnegie, Astor, Vanderbilt, Mellon, Ford, Morgan, Frick, etc. Pero sí es interesante recordar que la fortuna de Jonh D. Rockefeller (1839-1937) fue tres veces más grande que la actual de Bill Gates, en términos reales y con relación al tamaño de la economía de Estados Unidos. La fortuna de 900 millones de dólares del fundador de la Standard Oil equivale a unos 190 mil millones de dólares de hoy.

Suele suceder que los herederos de grandes fortunas saben que jamás podrían competir con la capacidad empresarial de sus padres o abuelos, al mismo tiempo que cobijan sentimientos de culpabilidad por la fortuna heredada. Por ello a menudo optan por convertirse en tontos útiles de los socialistas y comunistas que atacan al sistema que hizo posible la creación de riqueza. Así son bienvenidos en Hollywood y el dinero heredado les facilita dedicarse enteramente a sublimes ideales como la redistribución de la riqueza de otros, la antiglobalización y el extremismo ambientalista que aspira devolvernos a los tiempos anteriores a la revolución industrial.

A mediados de los años 60, siendo yo gerente de relaciones públicas de General Motors en Venezuela, me tocó recibir y pasear por Caracas a un joven de la familia Mott, entonces los mayores accionistas de General Motors. Fue mi primera e inolvidable experiencia de tratar con un multimillonario socialista.

En los años 60, muchos de estos jóvenes millonarios se convertían en hippies y entonces solíamos ver a muchachas descalzas con abrigos de pieles, manifestando contra la guerra en Vietnam y creyendo fervientemente que su misión en la vida era destruir el capitalismo para así ayudar a los pobres del mundo.

Lamentablemente, entre las muchas equivocaciones de Carlos Marx se destaca aquella que los dueños del capital conocen bien y sólo persiguen sus intereses personales. Si así lo hicieran, todos ellos estuvieran defendiendo constantemente los verdaderos intereses de todos los demás porque el mercado es el único mecanismo que nos conduce a la sociedad abierta y próspera, con grandes desigualdades pero creciente aumento del ingreso de todos, respeto por la vida y la propiedad, y el permanente avance hacia una mayor prosperidad.

© AIPE. Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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