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DIGRESIONES HISTÓRICAS

1934: Acuerdos y desacuerdos contra la democracia

Como hemos visto, en el verano del 34 se iba creando una situación subversiva para desestabilizar y hundir al gobierno legítimo presidido por Samper. Estaban complicados en ella, actuando en aparente alianza, los nacionalistas catalanes y vascos, el PSOE y los republicanos de izquierda.

Como hemos visto, en el verano del 34 se iba creando una situación subversiva para desestabilizar y hundir al gobierno legítimo presidido por Samper. Estaban complicados en ella, actuando en aparente alianza, los nacionalistas catalanes y vascos, el PSOE y los republicanos de izquierda.
La trama de todos esos movimientos fue más tarde cuidadosamente ocultada por sus protagonistas, pero hoy la investigación historiográfica nos permite exponerla, al menos en sus rasgos generales.
 
Uno de los que más eficazmente borró los rastros fue Azaña, sobre todo en su libro Mi rebelión en Barcelona y en comentarios escritos en sus diarios durante la guerra. En ellos, Azaña hace un retrato despectivo del Companys de aquellas semanas. “Hablaba como un iluminado”, dice, y menciona su “exaltado nacionalismo” un tanto repentino: “Me repitió los tópicos más sobados del nacionalismo de Prat de la Riba o del doctor Robert. No faltaba ninguno, ni siquiera el de que la península era una meseta estéril rodeada de jardines; que el pueblo castellano (…) ha degenerado, y ahora las cualidades cívicas y humanas residen en los nacidos en la periferia”. A su vez Azaña se presenta como hombre sensato que había enviado a Barcelona, para calmar las calenturas de la Esquerra, a Esplá, hombre de su confianza.
 
Sin embargo Dencàs dice algo muy distinto: “Me fue hecha por el Gobierno de Cataluña la indicación de que enviara a buscar una alta personalidad política española para que viniera a colaborar con nosotros en un incipiente Comité militar revolucionario. Aquel señor era el señor Esplá”. Éste habría asistido a las reuniones, junto con militares comprometidos en los planes guerracivilistas y otros. ¿A quién creer? Dencàs ha sido extraordinariamente desprestigiado por la propaganda izquierdista, pero tenemos el testimonio de Amadeu Hurtado, mucho más fiable, que comenta: “Con una inconsciencia inexplicable, por aquello del baluarte de la República, venían a Barcelona [los republicanos de Madrid] a informarse y seguir con entusiasmo las peripecias del movimiento que se preparaba, aunque fuera a favor del extremismo nacionalista”.
 
Y podemos afirmar hoy con seguridad que no es Dencàs quien miente. La prensa de la época reproduce declaraciones de Azaña por aquellos días, muy alejadas de la impresión de calma y sensatez que más tarde pretendió: “Cataluña es el único poder republicano que hay en pie en la península. Vamos a colocarnos en la misma situación de ánimo en que estábamos frente al régimen español el año 1931”, es decir, en situación de rebeldía. Aún lo aclaró mejor: “Unas gotas de sangre generosa regaron el suelo de la República y la República fructificó”. Se refería a los golpistas de Jaca en diciembre de 1930. Y añadió: “Antes que la República convertida en sayones del fascismo o del monarquismo preferimos cualquier catástrofe”. Estas frases son un claro anuncio de sublevación, y concuerdan muy bien con la versión de Dencàs.
 
Por otra parte tenemos el testimonio de un militar azañista, Jesús Pérez Salas, que fue también asesor de Dencàs durante la sublevación de octubre de ese año. El militar explica en su libro Guerra en España que por entonces Azaña preparaba un golpe con base en Barcelona: “Se daría a conocer al pueblo el nuevo Gobierno. Simultáneamente , en Madrid y en el resto de España habría de estallar una huelga general como adhesión al nuevo Gobierno”. Por lo tanto, al abrigo de los llamamientos y preparativos de rebeldía de la Esquerra, con los cuales se habían solidarizado los socialistas y el PNV, se estaban ultimando planes para expulsar del poder a un gobierno democrático, salido de las urnas.
 
Sin embargo, advierte Pérez Salas, “no existió completo acuerdo entre los partidarios ni entre las personas que habían de formar ese Gobierno, por lo que Azaña desistió de su propósito”. ¿Qué había pasado? En el Cuaderno de la Pobreta Azaña refiere vagamente que por entonces había hablado, en vano, con líderes del PSOE y de la Esquerra para alcanzar “un acuerdo sobre un fin común”, el cual no detalla. Pero hoy estamos en condiciones de aclarar lo que Azaña vela, gracias a un documento socialista conservado en la Fundación Pablo Iglesias. Se trata del acta de una reunión conjunta de las ejecutivas del PSOE y la UGT, de 2 de julio, día siguiente de la incitación de Azaña a la rebeldía. Éste, a través de Prieto, preguntaba a los socialistas si “colaborarían en la acción”. Tres de los presentes, Fernando de los Ríos, Anastasio De Gracia y el mismo Prieto, defendieron la colaboración para imponer un gobierno socialista-republicano, pero quedaron en minoría frente a quienes excluían luchar por objetivos burgueses. Pues para entonces el PSOE tenía bastante avanzados sus preparativos revolucionarios, que incluían acopio de armas, formación de redes afectas en el ejército, etc.
 
Los reunidos acordaron enviar una delegación del máximo nivel, formada por Largo Caballero, De Francisco y Lois, para comunicar el acuerdo a Azaña, Marcelino Domingo y Salmerón. El relato del acta es de lo más significativo: “por cierto que a éste [Azaña] no le agradó nada la contestación. Preguntó que si se constituía un Gobierno republicano [de izquierdas, obviamente], cuál sería la conducta del Partido Socialista; se le contestó que dependería de la conducta que observase  el Gobierno que se constituyera”. Entonces los republicanos jugaron una última carta: se presentó “de forma inesperada, el señor Lluí [Lluhí, de la Esquerra]” para advertir que la Generalidad no apoyaría un Gobierno exclusivamente del PSOE. Esta presión sorpresiva de los nacionalistas catalanes fue juzgada por los socialistas como una desleal e inaceptable encerrona para forzarles a aceptar el golpe republicano y renunciar al suyo propio. Y así se vino abajo el plan golpista de Azaña.
 
Este importante suceso, que creo haber desvelado por primera vez en Los orígenes de la guerra civil, muestra al ilustre alcalaíno muy alejado de la imagen liberal y democrática construida por él mismo y, en estos últimos años, por sus numerosos panegiristas. Ante esta y otras muchas evidencias, dichos panegiristas han proseguido impertérritos en su falseamiento de la memoria histórica, lo cual permite sospechar que no se trata de un error corregible, sino que ellos entienden por democracia algo muy similar a lo que el propio Azaña: “sólo vale si mandamos nosotros”. No extrañará que tantos azañistas actuales hayan participado en las maniobras desestabilizadoras del año pasado, o se hayan solidarizado y lo sigan haciendo con los planes cada vez más abiertamente separatistas de los nacionalistas catalanes y vascos. Si los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla, como se dice, más vale recordar estas experiencias.
 
El fracaso de los planes golpistas a principios de julio del 34 no significó el fin de la agitación en Cataluña. Por el contrario, prosiguió con toda su fuerza hasta que, hacia final del mes, pareció encontrarse una vía de avenencia entre el gobierno y la Generalitat. Como pronto se demostraría, apenas fue más que una trampa de los nacionalistas. Y en agosto tomaba el relevo el PNV, organizando en las Vascongadas un movimiento de extraordinario parecido con el de la Esquerra en Cataluña, y como él, apoyado por prácticamente toda la izquierda. De ello tratará el próximo artículo.
 
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