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ENIGMAS DE LA HISTORIA

1. ¿Cuál fue la verdadera dolencia de Enrique IV el Impotente?

La figura de Enrique IV ha sido objeto de duras críticas a lo largo de los siglos. No sólo demostró escasa habilidad para ocuparse de las tareas de estado sino que además las hablas populares insistieron en que no podía mantener relaciones sexuales normales.

Incluso sostenían que su hija Juana no era sino una bastarda nacida de los amoríos de la reina con el favorito Beltrán de la Cueva. Pero, ¿era Enrique IV realmente un enfermo? En caso afirmativo, ¿cuál era su verdadera dolencia? Enrique IV de Castilla fue hijo único de Juan II y de la reina María, hija de Fernando de Aragón. Al parecer, los horóscopos insistieron en lo feliz del reinado de Enrique IV, lo que constituye un ejemplo más del carácter absoluto de pseudociencia de la astrología. Alonso de Palencia llegó a insinuar que Enrique IV había sido hijo adulterino pero la verdad es que el parecido con su padre —comenzando por los rasgos físicos— es tan acentuado que hay que tomar la declaración del clérigo por una mentira destinada a denigrar a un personaje odiado.

Débil y fácil de sugestionar, Enrique fue controlado con facilidad por Juan Pacheco, un personaje puesto a su lado por don Álvaro de Luna con la intención de fiscalizar sus acciones. Pacheco era homosexual y arrastró al niño a practicar su misma conducta. Ya a los doce años se apreciaron en Enrique signos de impotencia. Cuatro años después el príncipe fue casado con doña Blanca de Navarra, pero fue incapaz de consumar el matrimonio, tal y como pudo deducirse de la ausencia total de manchas de sangre en la sábana conyugal.

El matrimonio duró trece años y, al parecer, los reyes cohabitaron durante tres pero nunca llegó a consumarse. Sin embargo, la impotencia de Enrique no era total. Por aquella misma época, mantuvo relaciones con diferentes mujeres de Segovia que dieron testimonio de que la cópula con ellas había sido normal. La realidad de esa situación explica que no tardara en correrse la voz de que el monarca estaba hechizado. Hoy, sin embargo, tendemos más bien a creer que lo que padecía entonces Enrique era una impotencia psíquica que estaba limitada por esa época a su esposa —quizá porque concebía las relaciones con ella como una obligación y no como un placer— y que no afectaba, por lo menos no siempre, a su trato con otras mujeres.

Fuera como fuese, la tesis de la hechicería resultó convincente durante un tiempo y cuando se solicitó la anulación del matrimonio con doña Blanca existía una obvia esperanza de que la situación cambiara con un nuevo enlace. La elegida para nueva esposa fue en este caso doña Juana, hermana del rey de Portugal. Si aquel matrimonio llegó a consumarse es discutible y más cuando, como paso previo, Enrique IV declaró abolida la norma castellana que exigía exhibir la sábana donde habían yacido los esposos para mostrar la sangre de la virginidad. Sabido es también que hubo sospechas sobre la legitimidad de Juana, la hija nacida a la reina tiempo después. Sin embargo, ese tema se escapa del objeto de este enigma.

La próxima semana seguiremos desvelando el ENIGMA de la verdadera dolencia de Enrique IV.


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